Etiquetas

sábado, 16 de enero de 2016

TALLER 16 DE ENERO

FOTO: GUILLERMO PORTA
Foto: Guillermo Porta

LOS GUNAS EN LA PRÁCTICA DE ASANAS


Los gunas están compuestos de tres fuerzas complementarias. Son tamas (masa o inercia), rajas (dinamismo o capacidad de vibrar) y sattva (luminosidad o la cualidad de la luz).
En el cuerpo predomina tamas. El cuerpo necesita masa, los huesos necesitan densidad y los tendones y músculos necesitan solidez y firmeza. La densidad ósea es una virtud, pero en el cerebro es un vicio porque en el cerebro y en el sistema nervioso debe predominar rajas (dinamismo y capacidad de vibrar) y la densidad es una desventaja. Mientras que la mente es de naturaleza rápida, el cuerpo tiende a la pesadez, la inercia y la pereza. El exceso es molesto; un cuerpo excesivamente musculoso es como un coche muy grande con un motor pequeño; sólo logrará ser más lento y lo que es peor necesitará más energía para superar la inercia que para cobrar velocidad.
Respecto a la práctica de asanas, eso significa que al principio necesitamos esforzarnos más porque la resistencia es mayor. De los dos aspectos del asana, esfuerzo corporal y penetración mental, ésta última es la más importante. Nuestra meta es la penetración mental pero al principio hay que sudar. Una vez que hay movimiento y luego impulso empieza la penetración. Cuando el esfuerzo se torna en no esfuerzo, asana alcanza su nivel más elevado (II: 47 Se logra la perfección en asana cuando el esfuerzo por realizarla se torna no-esfuerzo y se alcanza el ser infinito interior). Pero se trata de un proceso lento y si interrumpimos nuestra práctica, la inercia vuelve a reafirmarse. En realidad lo que estamos haciendo es infundiendo una vibrante energía en la materia densa. Por eso la práctica buena conlleva una sensación de ligereza y vitalidad.
La cuestión principal es lograr una proporción y un equilibrio adecuada en los gunas dependiendo de los fenómenos materiales implicados. Tamas proporciona densidad y masa y cuando esas cualidades exceden nuestras necesidades lo llamamos torpor e inercia. Una masa inerte no puede energetizarse con rajas.
El aspecto negativo de rajas es turbulento, frenético y agitado. Lo que buscamos es una mente rápida, no una mente agitada. También queremos una mente tranquila y clara que nos lleve a sattva. La verdad es que experimentamos muy poco sattva como para conocerlo bien. La solidez de tamas y el movimiento llamativo de rajas eclipsan nuestra visión. En un mundo de objetos y excitación sensorial, tamas y rajas reinan supremos. Para describir sattva utilizamos la palabra luminosidad, que es la cualidad interior y serena de la luz. Esa cualidad es la que intentamos elevar e integrar en nuestro interior. La luminosidad es clara, está atenta y tranquila.
La interrelación de esas tres fuerzas o gunas es de importancia capital en tu práctica yóguica. Has de aprender a identificarlas y observarlas a fin de poder ser capaz de ajustar y equilibrar sus proporciones, y al penetrar en su interior, elevar la belleza de sattva a la superficie. Gracias a esa habilidad puedes evitar el dolor y curar dolencias que estén en etapas de manifestación mental, emocional o física.

Dolor: estar cómodos incluso en la incomodidad
En la clase de yoga el dolor está ahí para enseñar algo. Sólo en la lucha hay conocimiento. Sólo cuando haya dolor verás la luz. El dolor es tu gurú. Igual que experimentamos felizmente los placeres, también debemos aprender a no perder nuestra felicidad cuando llega el dolor. Debemos aprender a estar cómodos  incluso en la incomodidad. No debemos salir huyendo del dolor, sino atravesarlo e ir más allá. Eso es cultivar la tenacidad y la perseverancia, una actitud espiritual respecto al yoga. Esa es también la actitud espiritual hacia la vida.
Como el dolor es inevitable, asana es un laboratorio en el que descubrimos como tolerar el dolor inevitable y cómo transformar el dolor que puede ser transformado.  Los asanas nos ayudan a desarrollar tolerancia en el cuerpo y la mente para así poder soportar el estrés y la tensión con más facilidad. En otras palabras, el esfuerzo y sus dolores inevitables forman parte esencial de lo que las asanas nos enseñan. Por ejemplo, los estiramientos hacia atrás nos permiten ver el valor y la tenacidad de las personas, comprobar si pueden soportar el dolor. Las asanas de equilibrio sobre las manos enseñan y cultivan la tolerancia.
Se necesita resistencia para permanecer en un asana. Para dominar un asana se necesita paciencia y disciplina. El asana no sale haciendo muecas. ¿Cómo se aprende a soportar el dolor? Hay que reposar en el posar; hay que crear relajación al igual que la cantidad justa de tensión. Esta relajación puede empezar soltando el estrés acumulado en las sienes y en las células del cerebro. Esto desestresa la carga del cerebro, soltando los ojos y las sienes, lo que a su vez descarga la carga de los nervios y de las fibras musculares. Así es como podéis convertir un dolor insoportable en otro soportable, lo que os permitirá dominar el asana y erradicar el dolor. Para alcanzar la libertad hay que soportar el dolor.
Al principio el dolor puede ser muy intenso porque el cuerpo se nos resiste. Al abandonarnos a él ablandamos el cuerpo, y poco a poco va disminuyendo. Pero si cuando somos ya más diestros resulta que el dolor agudo regresa en un momento en que no debería hacer acto de presencia, lo más prudente es dejar el asana durante un rato y pensar qué ha ido mal. El dolor sólo aparece cuando el cuerpo no entiende cómo hacer el asana, que es lo que sucede al principio. En cambio en la postura correcta no hay manifestación dolorosa. Para aprender la postura correcta hay que enfrentarse al dolor. No hay otro modo.
La inteligencia debe tener un estrecho contacto con el cuerpo y conocerlo bien. Cuando no existe intimidad entre la mente y el cuerpo aparece la dualidad, hay separación y no integración. El dolor hace que concentremos nuestra atención en la zona afectada
No se trata de que el yoga sea el causante de todo ese dolor; el dolor ya estaba ahí oculto. Hemos vivido con él o aprendido a no ser conscientes de su existencia. Cuando empiezas con el yoga los dolores no reconocidos emergen a la superficie. Cuando somos capaces de utilizar nuestra inteligencia para purificar nuestros cuerpos, entonces los dolores ocultos se dispersan. Mientras exista rigidez corporal y mental no habrá paz. Los errores internos como forzar, actuar sin observar, tensar la garganta y bloquear los oídos, crean hábito, y ese hábito da paso a la falta de percepción consciente, a compresión, pesadez, tirantez, desequilibrio y dolor. Por ejemplo cuando  los músculos atrofiados vuelven a la vida aparecen los dolores del renacimiento. Existen dos maneras de enfrentarse al dolor: vivir con él para siempre o trabajar con él y ver si puede erradicarse.
Aunque debemos reconocer la existencia e importancia del dolor, no debemos glorificarlo. Cuando hay dolor debe haber una razón para ello. El objetivo no es mantener una asana dolorosa a toda costa o tratar de dominarla antes de tiempo. El objetivo es realizar el asana con la mayor intensidad de inteligencia y amor posibles. Para lograrlo es necesario aprender la diferencia entre dolor “apropiado” y dolor “equivocado”.
El dolor apropiado es constructivo, estimulante e implica un reto. El dolor equivocado es destructivo y provoca un sufrimiento agudísimo. El dolor apropiado es para nuestro crecimiento y nuestra transformación física y espiritual. El dolor adecuado suele notarse como una sensación de alargamiento y reforzamiento graduales. El dolor equivocado es una sensación súbita y aguda que nos dice que hemos ido más allá de nuestras capacidades presentes. Además si se siente un dolor persistente y en aumento mientras se trabaja, lo más probable es que se trate de un dolor equivocado.
El desafío del yoga es ir más allá de nuestros límites, dentro de lo razonable. Si la práctica de hoy perjudica a la de mañana, entonces no es una práctica correcta.
Muchos profesores os piden que ejecutéis las asanas con facilidad, comodidad y sin ningún estrés ni esfuerzo. Esto acaba dejando al practicante viviendo dentro de los límites de su mente, con el inevitable miedo, apego y mezquindad. Estos profesores y sus estudiantes sienten que el tipo de práctica precisa e intensa que describo es dolorosa. A veces experimentamos dolor  durante nuestra práctica al esforzarnos y ejercitar nuestra voluntad. El yoga tiene por objetivo la purificación del cuerpo y su exploración, así como el refinamiento de la mente. Esto requiere fuerza de voluntad, tanto para observar como para soportar el dolor físico sin agravarlo. Sin cierta cantidad de estrés no puede experimentarse la auténtica asana y la mente permanecerá encerrada en sus limitaciones, sin traspasar sus propias fronteras. Este estado mental limitado se puede describir como mezquino, estrecho de miras.
De la misma manera que hemos de aprender a detectar la diferencia entre dolor físico apropiado y equivocado, también debemos hacer lo mismo con el dolor mental. El dolor mental apropiado también debe ser gradual y permitir que nos fortalezcamos en lugar de rompernos. Por ejemplo levantarse a las 6 de la mañana para practicar yoga o a las 4. Utilizamos el dolor apropiado como una vacuna contra el dolor  y el sufrimiento inevitables que la vida siempre nos depara, pero la dosis debe ser la adecuada. La práctica de asanas es una oportunidad para observar los obstáculos en la práctica y en la vida y descubrir como hacerles frente.
Muchas personas con un intelecto desarrollado siguen siendo emocionalmente inmaduras. Si de repente tienen que enfrentarse a dolores, intentan escapar. Están poco  preparadas para enfrentarse al dolor y tratar con él cuando se les pone en una postura intensa. Esta práctica les pone frente a frente con la realidad de la naturaleza de sus cuerpos. Debemos afrontar nuestras emociones, no huir de ellas. No hacemos yoga sólo para disfrutar sino para realizar la suprema emancipación. El dolor llega para guiarte. Cuando has conocido el dolor te tornas compasivo. Las alegrías compartidas no pueden enseñarnos esto.
Considero una de las mayores bendiciones de mi vida mi mala salud de pequeño, la pobreza, la falta de educación y la severidad de mi guru. Sin esas privaciones tal vez nunca me habría mantenido tan fiel al yoga. Cuando todo lo demás desaparece, se revela lo esencial.
En el capítulo 2 de la Bhagavad Gita, Arjuna se encuentra entre la espada y la pared, en un dilema. No hacer nada también es una acción, de consecuencias inevitables, por lo que no existe manera de escapar al dolor y al sufrimiento. Con la ayuda de Krishna, Arjuna siguió el camino del dharma, o la ciencia del deber religioso. Así pues al hacer frente a la adversidad y el sufrimiento, y al aceptarlos como un medio necesario, se resuelven y desaparecen nuestras ansiedades. Si somos fieles al camino que recorremos, nuestras vidas mejorarán y la luz de la perfección distante llegará para iluminar nuestro viaje.
Perfeccionar: alégrate siempre de la más pequeña mejora.
Que la meta a alcanzar sea la perfección, pero alégrate de los más pequeños progresos cotidianos hacia la perfección. El exceso de ambición puede resultar  destructivo para un progreso sostenible. En última instancia, la perfección radica sólo en Dios. Somos criaturas que pueden soñar con la perfección, y ese sueño inspira a mejorar. Ese sueño impulsa el esfuerzo necesario para la transformación.
Un practicante debe fijar su atención entre la mente y el cuerpo, escuchando los consejos de ambos, pero dejando que sea la inteligencia y el alma las que tomen las auténticas decisiones, pues ahí es donde se halla la verdadera fuerza de voluntad y dedicación. Haz hasta donde tu capacidad te permita pero esfuérzate siempre por ampliar  esa capacidad.
Busca tiempo cada día para mantener la práctica de asanas. Si tienes un problema  físico o una espalda rígida aprende a tratar con él y dale la atención y el amor que necesita. No han de importar los fracasos. Permanece desapegado. No tengas miedo. No te apegues al cuerpo. Aunque aparezca el miedo acéptalo y halla el valor para lidiar con él.
La práctica prolongada e ininterrumpida de asanas y pranayama, realizada con percepción consciente, crea una sólida base y conduce al éxito. El joven, el viejo, el anciano, incluso el enfermo y achacoso obtienen perfección en el yoga mediante la práctica constante. El éxito le llega a quien practica. El éxito del yoga no se obtiene sólo leyendo libros. Incluso Patanjali que nació siendo un genio espiritual dijo que sólo llegan a dominar el yoga quienes tienen una práctica prolongada, persistente e ininterrumpida con celo y determinación.
 La paciencia aporta la fuerza de voluntad necesaria. La fuerza de voluntad no es más que disposición a hacer. Utilizando la inteligencia y la fuerza de voluntad has de preguntarte si puedes hacerlo un poco mejor. La luz le llega a una persona que extiende su percepción consciente un poco más de lo que parece posible. Al conformarnos nos limitamos. Eso es vivir en la mente antigua.  Si eres aplicado tu conciencia te susurra: “intenta ir un poco más allá”. Si uno mantiene su aspiración al máximo de intensidad, el conocimiento del Sí-mismo acaba llegando.  En el momento en el que vas un poco más allá de lo que quiere el cuerpo, te acercas al Sí-mismo. Cuando dices: “Estoy satisfecho”, palidece la luz de la percepción consciente y la atención.
El papel de la memoria en la práctica de asanas es permitirnos comparar la práctica de ayer con la de hoy para que podamos comprobar si progresamos en la dirección correcta. Pero mucha gente repite lo que aprendieron en el pasado y su presentación de asanas se vuelve mecánica ye so hace que tanto cuerpo como mente se anquilosen. Un asana no es una postura que pueda asumirse mecánicamente. No repitas nunca. La repetición embota la mente.
No permitas que las experiencias pasadas queden grabadas en tu mente. Realiza las asanas en cada ocasión con una mente fresca y un enfoque nuevo. Si repites lo que hiciste antes, estás viviendo en la memoria, en el pasado. Hay que preguntarse: “¿Hay algo nuevo respecto a lo que hice ayer?”, y habrá progreso. No tardarás en comprender cómo crear dinamismo en un asana estática. Esto vale tanto para la vida como para la práctica de asanas. Por lo general, cuando una persona llega a dominar un asana, ésta deja de tener interés. Así se van desarrollando puntos ciegos. La gente piensa que ha llegado al final. Hay que comprobar si uno puede cruzar la línea de las experiencias pasadas. Hay que crear dentro de uno la sensación de belleza, de liberación y de infinitud. Todo ello no puede experimentarse sino en el presente.
Al ir consiguiendo destreza en las asanas resulta tentador limitar nuestra práctica a una zona de complacencia satisfactoria. Yo lo llamo “bhoga yoga”, o yoga exclusivamente para el placer. ¿Qué es lo que está mal? ¿Dónde y cómo puedo mejorar? Así es como el fuego de la práctica (tapas) prende la lámpara de la inteligencia y asoma el conocimiento del sí-mismo (svadhyaya). La palabra tapas contiene el sentido del fuego intelectual interior que extingue nuestras impurezas.
Si alguna vez nos descubrimos separándonos de los demás o sintiéndonos superiores, más puros o elevados gracias al yoga, podemos estar seguros que nos hemos estancado  o incluso de que hemos derivado hacia un estado de ignorancia.

Del mismo modo que te esforzaste por aprender, debes mantener devotamente lo aprendido. Aprender es muy difícil, pero es el doble de difícil mantener el territorio ganado. Aunque el cuerpo envejece y cada vez es menos lo que puede hacer, existen sutilezas que se van revelando. Has de crear amor y afecto por tu cuerpo, por todo lo que puede hacer por ti. El amor debe encarnarse en el más pequeño de los poros de la piel. Este amor debe irradiar desde ti a los demás. Los que practican sólo asanas suelen olvidar que el objeto del yoga es cultivar la cabeza y el corazón. Cordialidad y gracia son dos cualidades esenciales para el estudiante de yoga.
Debes purgarte a ti mismo antes de dedicarte a buscarles faltas a los demás. Cuando ves un error en alguien intenta descubrir si no estarás tú  también cometiendo ese mismo error. Ésa es la manera de hacer frente a los juicios de valor y convertirlos en mejoras. No mires los cuerpos ajenos con envidia ni con superioridad. Todas las personas nacen con  constituciones distintas. Nunca te compares con otra gente. La capacidad de cada cual están en función de su fuerza interior. Conoce tus capacidades y mejórales continuamente.
Con el tiempo se va desarrollando la intensidad con la que uno puede practicar. El yoga identifica cuatro niveles de intensidad en la práctica que tienen relación con los aspectos de esfuerzo y  penetración. El esfuerzo en la práctica genera la energía necesaria para el viaje de penetración hacia el núcleo de nuestro ser. El primer nivel es aquél en el que sólo nos esforzamos un poco.
Si dedicamos más tiempo y esfuerzo podremos considerarnos practicantes medios. Se empezará a revelar la estructura interna de nuestro cuerpo y órganos. Sentiremos como se estiran las fibras y los tendones, así como el hígado (en los estiramientos hacia atrás) y como reposar el corazón.
El siguiente paso es resuelto e intenso. Nuestra mirada interior se vuelve refinada, aguda sensata y perspicaz. Nos volvemos conscientes de nuestros pensamientos vacilantes y de cómo el movimiento de la respiración agita o calma la consciencia.
El nivel más elevado se caracteriza por una dedicación implacable, inexorable y total a la práctica. Nuestra visión interior puede ahora por fin penetrar a través de las sutilezas del astuto ego, nuestra sabiduría va madurando y entramos en contacto con el núcleo del ser.
Nuestros talentos, por mucho que puedan variar entre los individuos, cuando son utilizados al máximo proporcionan el vínculo que nos llevará de vuelta a una reunión con lo divino.

Yoga divino: haz el asana con el alma

En la práctica de asanas y pranayama debemos tener la impresión de que trabajamos con lo externo para acercarnos a la realidad interior de nuestra existencia. Trabajamos desde la periferia hacia el núcleo. El cuerpo material tiene una realidad práctica accesible. Está aquí y ahora y podemos hacer algo con él. No obstante no debemos olvidar que la parte más interna de nuestro ser también intenta ayudarnos.
Cuando haces una asana correctamente, el Sí- mismo se abre por si mismo; eso es yoga divino. En ese caso el que realiza el asana es el Sí-mismo, no el cuerpo ni el cerebro. El Sí mismo incluye  a todos y cada uno de los poros de la piel. Utilizo el cuerpo para disciplinar la mente y alcanzar el alma. Las asanas cuando se utilizan con intención correcta, ayudan a transformar a un indivíduo alejando a la persona de una mera consciencia corporal, hacia la consciencia del alma. El cuerpo es el arco, el asana la flecha y el alma la diana.
Un asana debe ser honesta y virtuosa. Con honesta quiero decir verdadera. Debes llenar hasta el último centímetro del cuerpo con el asana,
Con virtuosa quiero decir que debe realizarse con la intención correcta, no por el ego, ni para impresionar sino por el Sí-mismo y para acercarse a Dios. De este modo el asana se convierte en una ofrenda sagrada. Entregamos nuestros egos. Ésta es la suprema devoción por Dios (Isvara pranidhana).
El asana no debe ser realizada sólo por la mente ni por el cuerpo. Tú debes estar en ella. Tú debes realizar el asana con tu alma (con el corazón). Así que un asana virtuosa se realiza desde el corazón y no desde la cabeza. Hay que sentirse en ella con amor y devoción.
De esta manera trabajarás desde tu corazón y no desde tu cerebro, para crear armonía. La serenidad en el cuerpo es la señal de la tranquilidad espiritual. Mientras no sientas serenidad en el cuerpo, no habrá posibilidad de emancipación. Estarás sometido. Así que mientras estés sudando y dolorido, deja que tu corazón esté ligero y permítele llenarte el cuerpo de alegría. El dolor es temporal. La libertad permanente.

“Luz sobre la Vida”   B.K.S. Iyengar  

No hay comentarios:

Publicar un comentario